⏱️ Tiempo de lectura estimado: 8 minutos y 51 segundos
Hablaba el otro día con Jorge y Paula, dos personas de esas con las que se puede hablar muy a gusto, sobre fotografía. De recuerdos de cuando era pequeño y mi padre nos llevaba a hacernos fotos o me metía con él en el cuarto oscuro a verle revelar las fotos, a la era digital. De recuerdos de Paula también sobre fotografía… y así llegamos a hablar sobre lo que es editar las fotos. O revelar. O retocar. Y se reían de mí con el descaro y buen rollo con el que sólo lo hacen los amigos.
Que si menos rollo, que si no es analógico es editar, que si por muchas vueltas que le des estás retocando las fotos. Pero la cuestión es que yo soy muy cabezón, (cabezón 4ever, bien lo sabe Jorge), así que aquí me tienes contándote esta historia y dispuesto a contarte qué significa para mi cada uno de los conceptos.
Revelar
Partamos de esta foto, que el archivo en bruto tal y como sale del dron.
Para mi revelar no es más que coger la foto que sale de la cámara y realizarle algunos ajustes para que se vea como tú quieres que se vea. Esto se consigue preferiblemente editando el RAW, la imagen más pura y sin los ajustes que normalmente hacen las cámaras y sobre todo los móviles, pero también lo puedes hacer con cualquier JPG o imagen que tengas por ahí.
Cuando hablo de que se vea como tú quieres que se vea, lo digo con intención. Porque ese es otro tema del que te hablaré en otro boletín, que como tú quieres que se vea la foto es tu decisión personal. Puede que pretendas que se vea lo más parecido a lo que tu viste o que quieras darle tu propio estilo pero en esencia sólo tocas niveles de luz, contrastes, saturación de color, algo de grano, encuadrar un poco mejor, quizás pasarla a blanco y negro… Nada que altere en esencia la imagen que capturaste en su momento.
Yo me hago mi propia lectura de que en cierto modo revelar es hacer digitalmente lo que se podría hacer de manera analógica si siguiéramos en los tiempos del carrete fotográfico.
En una frase: Revelar es ajustar la foto sin modificar el contenido. Quedaría algo así
Retocar
Llevas días planificando una foto. Vas a irte a 100 kilómetros de casa a las 8 de la mañana para pillar la puesta de sol, te levantas a las 5:00, preparas todo el equipo, coges ropa de abrigo incluso en verano y te plantas en ese punto que has estudiado con PhotoPills y esperas.
El tiempo acompaña, no hay nubes y de repente surge el sol y se coloca justo donde tú querías, detrás de la gran cristalera de ese faro precioso, generando unos destellos increíbles. Y disparas, disparas, disparas…. Te mueves un poco para buscar un nuevo encuadre y disparas, disparas y disparas.
Llegas a casa feliz, pasas las 100 fotos al iPad y comienzas a revelarlas. Entonces la ves. Con los nervios del momento, buscando el enfoque perfecto y jugando con la apertura para aprovechar esos minutos que dura el amanecer (no te das cuenta de lo rápido que cambia todo en segundos hasta que no te pones a hacer este tipo de fotos), pero a pocos metros del faro hay una torre de telefonía gigantesca.
Es horrorosa, rompe toda la magia del momento, toda la maravilla de ese Sol inmenso con recortando ese Faro. Lo odias. Lo has descubierto y ya no puedes dejar de mirarlo. Y justo a la derecha de la pantalla está el icono de la tirita llamándote.
Es el “borrador mágico”. Basta con seleccionar esa herramienta, pasar el lápiz o ratón sobre esa maldita torreta y desaparecerá. ¿Serías capaz de resistirte a usarla? Yo no. Y ahí entra lo que yo llamo editar.
Ahí si estás modificando lo que hay en la foto, pero son cosas que no puedes cambiar de otra manera. No puedes ir otro día a otro punto, no encontrarás esa luz ni puedes volver allí unos días después y hacerla desaparecer físicamente.
Te dejo una sencilla pregunta
Yo lo tengo claro. Esta es mi opción.
Editar
Es cuando llegas a modificar completamente la foto. Cambiar cielos, recortar fondos o cambiarlos, hacer el día noche, añadir elementos que no estaban en la foto, superponer varias imágenes para conseguir una exposición totalmente irreal.
Por supuesto es otro tipo de arte, otro tipo de fotografía. Claro que también existía en el analógico, aunque a veces no seamos conscientes. Los negativos se modificaban, se recortaban y se unían varios. Se coloreaban a mano, se pasaban a un papel distinto o se usaban tintes. La edición siempre ha existido y yo por supuesto no estoy en contra de nada, válgame el Señor. Sólo es cuestión de gustos. Y puede que también de conocimientos técnicos, no nos engañemos.
Hoy por hoy soy más de revelar y retocar pero cualquiera sabe si el día de mañana no consigo mejorar mi técnica de edición y descubra el placer de la edición. Quien sabe.
¿Conclusiones?
Que cada uno es de su padre y de su madre. Que cada uno hace con sus imágenes lo que quiera y que a ti te gustarán fotos más o menos editadas, a mi quizás me gusten más cuando se quedan en el retoque, pero que seguro que tanto tú como yo disfrutamos una buena foto.
Eso si, el concepto “buena foto” no tiene que ser el mismo para ti que para mi. Pero oye que para gustos los colores. O los blancos y negros.
La imagen
Los filtros no los invitó Instagram ni Photoshop. Esta foto es totalmente analógica, hecha allá por los 80 con una cámara de carrete de las de antes, pero con un filtro físico colocado delante del objetivo para conseguir ese efecto de estrella en el sol. Y no, esa foto no es mía. Es de mi padre, que fue quien me inoculó este virus de la fotografía
La recomendación
Fotografiad. Así de sencillo. No hace falta planificar, no hace falta que sean selfies, no necesitáis una cámara cara. Coged el móvil y mirad con otros ojos. Ese perro que duerme a la sombra, esa taza humeante con el mar de fondo, esos reflejos entre los árboles, ese momento de risas en familia sin que nadie espere la foto. Echad un vistazo al mundo con otros ojos por el simple placer de hacerlo. Y ya si eso me contáis que os parece lo que descubrís