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De vez en cuando me pasan cosas raras, como el boletín de la semana pasada. Me senté el viernes anterior en el Starbucks con una idea muy clara en la cabeza de lo que quería escribir. Inicié mi borrador y le puse título al boletín. Identidad. Ya te estarás dando cuenta de que el boletín de la semana pasada no se llamaba así y que ese título corresponde con este, porque esas son las cosas que me pasan a mi, no sé si a todos. Me disperso.
Cuando me pongo a escribir mi mente comienza a funcionar y por mis dedos van saliendo cosas que no tienen ningún parecido con lo que quería escribir inicialmente. Pero resulta que es lo que llevaba dentro así que, en general, me dejo llevar. Y en esas estamos. Cambié el título por uno más apropiado, te envié esas ideas y dejé en el tintero estas que te envío hoy… si nada lo impide.
Cuando no te reconoces
Hace ya un tiempo, cuando no hacía mucho que había retomado la afición por la fotografía, me dio por hacer unos fotos a unas amigas. Fotos normales, no pienses mal. Acababa de empezar y no fueron fotos buenas en absoluto, eso sin duda, pero me llamó la atención el comentario de una de ellas en plan “qué fea me has sacado”. El rechazo por la foto fue casi como si no le hubiera sacado la foto a ella, como si no se reconociera. No le hice más caso de la cuenta porque ya te digo que fueron unos experimentos, aunque me sorprendió una reacción tan extrema.
Con el tiempo he descubierto, creo, el porqué de esa reacción y es que esa persona, asidua usuaria de redes sociales, no publica una foto suya sin retocar. Pero cuando hablo de retocar hablo de cosas que, en mi opinión, son extremas. Soy yo quien, teniendo esa persona delante, no reconozco a la que veo en esas fotos pero tengo la impresión de que ella es así como realmente se ve. O como se siente, que quizás es la diferencia.
Filtros y filtros
Leía el otro día a Chema Alonso hablando precisamente de este tema en su blog, de como la profusión de filtros en las redes sociales hace que la imagen de las personas tienen de si mismas se distorsione, como son “incapaces” de verse en una foto si no han aplicado los filtros correspondientes.
Y es que más allá de los filtros de orejas de perro que estuvieron de moda hace unos años, hoy en día hay filtros que, incluso en tiempo real, hacen maravillas con los rostros. Cambian el óvalo de la cara, modifican la forma de los ojos, alargan pestañas, difuminan imperfecciones de la piel… y todo en tiempo real, haciendo que la imagen que ves de ti mismo en la pantalla no seas tú sino el tú que, posiblemente, te gustaría ser.
Habla de Chema de los problemas de imagen que pueden ocasionar en adolescentes, pero yo no me limito a ellos, aunque siendo las mentes más en formación son las más propensas. Cualquiera puede sentirse atrapado por el encanto de esos filtros porque, no nos engañemos, poca gente está totalmente satisfecha con su aspecto. No sé tú, pero yo asumo mi aspecto pero eso no significa que no me gustaría cambiar ciertas cosas. Esos filtros lo ponen muy sencillo.
La realidad
Luego sales de Instagram, TikTok, Snapchat…. y el filtro desaparece. Quedas tú. Tus granos en la piel, la marca del sol, esas pestañas pequeñas y esa realidad que no todo el mundo afronta con la misma tranquilidad y seguridad. Porque la imagen es importante, es muy importante en este mundo que vivimos. O eso nos pensamos. Sobre todo mentes jóvenes, aún por rematar, que están viendo todo el día un bombardeo de imágenes de gente “perfecta”. Y lo pongo entrecomillado porque la perfección, en cuestión de gustos, no existe. Pero oye, que eso es lo que ves día tras día, TikTok tras TikTok y es lo que piensas que debe ser.
La realidad es tozuda y puede ser muy dolorosa. Luego llegan las crisis de identidad, los problemas de alimentación, las visitas a las clínicas estéticas para ponerte un pómulo así, unos labios así, cunas cejas de tal forma… como las del filtro, oiga. Pero los filtros no son reales. Las personas sí. Y están bien las orejas de perro pero creo que quien tiene el poder para crear estilo debería hacer un esfuerzo por recalcar que nadie es perfecto.
No sé, digo yo. Como siempre, en mi opinión.
La imagen
Sin filtros. Tal cual. De los pocos selfis que me hago. Para bien y para mal, es lo que hay
La recomendación
The dropout (Disney+): Hoy vuelvo a Disney para recomendarte una serie que vi hace ya unos meses pero que me dejó muy buen sabor de boca. Está basada en la historia real de Elizabeth Holmes, una emprendedora estadounidense que decide crear un sistema mediante el que, con una sola gota de sangre y en poco tiempo, se pueden detectar decenas de parámetros, posibles enfermedades y demás. Es un magnífico ejemplo de como se puede vender humo hasta extremos increíbles y recaudar millones y millones de dólares para hacer algo sólo porque crees que puedes hacerlo, sin ningún tipo de prueba que lo acredite. Maravillosa desde el primer al último capítulo.
Lo identifico y reconozco perfectamente, don Daniel.
Y lo veo estupendo.
Un fuerte abrazo.
Pues sí, que te voy a decir...