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No nos engañemos: este que te escribe peina ya muchas canas, en la cabeza y en la barba, y no puede ni quiere evitar ser de la vieja escuela. Nací en tiempos pre-internet. En mi casa mis padres gastaron un pastizal en una enciclopedia de no sé si 15 o 20 tomos de papel y se miraba el buzón, ese que está en el portal de casa, todos los días.
En esos tiempos ibas quedando con los amigos en el camino del cole o en el recreo y por la tarde te veías con ellos donde habías quedado a la hora acordada. En mi casa lo de llamar por teléfono era un lujo. Eso cuesta dinero, a quien y porqué vas a llamar. Eso era cosa de los mayores y para asuntos necesarios. Y así todo.
Tiempos modernos.
Siempre me han gustado los cacharros tecnológicos y tuve la suerte de que a mi padre también así que si quería algo, con mi excusa, pues acababa entrando en casa. Eso sí, me costó horrores conseguir un Scalextric porque mi padre era más de Ibertren, cosa a la que nunca le vi la gracia porque lo de ver un cacharro dando vueltas sin competir ni nada…
Llegó pronto una videoconsola de marca desconocida, la Atari, el Commodore 64, el primer PC Amstrad, la Encarta, las BBS, Infovía (infobirria para los amigos), e Internet. La Microsoft Network, los “portales”, Terra, Yahoo, Altavista… y CTV Telecom.
Porque en aquellos tiempos pre-teléfonos inteligentes, Internet era un lujo. No sólo tenías que comprar un modem sino que tenías que pagar el teléfono y además una cuota de acceso a través de algún proveedor de servicios, como el muy conocido en la época Centro Telemático de Valencia, CTV.
De como me convertí en Dagarin
Debías pagarles una cuota mensual y ellos te mandaban un correo, por supuesto físico, a tu casa con un manual de instrucciones para conectarte a sus servidores, unos diskettes o un CD, permíteme que me falle la memoria en eso, y nombre de usuario y una contraseña. Eso te abría la puerta al mundo a través de esa internet de los 90.
Por supuesto lo de tener un buzón de correo electrónico no era gratis, estaba dentro de la cuota de ese servicio que pagabas al mes. Tenías sólo una cuenta de correo, por supuesto limitado quizás a 5 o 20 MB como máximo, al que tenías que acceder a través de un programa específico que te lo permitiera. Había unos cuantos, pero yo siempre fui fan de Eudora Mail.
El nombre de usuario para la conexión y el nombre del buzón fueron elección de CTV. Decidieron unir el principio de mi nombre y de mi apellido: DAniel GARcía. dagar@ctv.es. Ese fue mi primer correo electrónico.
Con el tiempo, y de forma totalmente cariñosa y casual, los compañeros empezaron a cambiar ese dagar tan serio por un dagarin en diminutivo y de ahí hasta hoy.
Pre-notificaciones
Toda esta historia de abuelo cebolleta te la cuento para que entiendas que yo vengo de una época sin notificaciones. La mensajería más instantánea era el IRC y eran unos canales en los que tenías que entrar a chatear, como hoy podría ser Discord o los canales de Telegram. Donde teníamos que cultivar la paciencia, donde para acceder a internet tenías que esperar a que todos se hubieran acostado en casa para que nadie te interrumpiera la conexión. Donde ser fan de alguien significaba mandar una carta a un club de fans, por ejemplo, que se dedicaban a enviar correos físicos a la gente. No había Instagram donde seguirles.
¿Te he contado alguna vez, en mi época bloguera, que yo tuve una amiga en Barcelona con la que me carteaba? Y cuando digo cartear digo escribirle a mano una carta, meterla en un sobre, llevarla a correos y esperar unos 15 días a recibir la respuesta para volver a empezar. No, no fue amor. Tampoco nos llegamos a conocer nunca, ni tan siguiera nos enviamos fotos. Lo más que llegué a conocer de ella fue su voz porque me envío una cinta de cassette con un programa de radio que hacía en una emisora local para que la escuchara.
¿Cómo terminó? Ni lo recuerdo, pero si recuerdo esa ilusión de mirar el buzón de casa y encontrar ese sobre manuscrito. Alguna vez una notificación de correos para ir a recoger un paquete cuando me enviaba alguna cinta o algún regalo. Eso duró bastantes meses y sin duda era un ejercicio de paciencia.
Las nuevas generaciones, y quizás no sólo las nueves, han perdido esa paciencia. No pueden esperar un mail, necesitan escribir un guasap, télegram, skype, mensaje de Instagram… y recibir la respuesta ya. No pueden esperar, necesitan ya esa información vital.
No puedes concertar una cita para dentro de una semana, o 2 días, y ya está. Seguramente vas a intercambiar con quien sea varios mensajes confirmando el día, la hora, el lugar, informando que van para allá, que llegan 2 minutos tarde o temprano, cambiando el lugar, alterando la vida por el motivo que sea… Esa es la comunicación de hoy.
Eso sí, no les llames. No llames por teléfono a alguien porque "incomodas”. Necesitan respuesta pero pensada. Y tomarse su tiempo para leerte y responderte. La comunicación síncrona, el estar ambas personas a la vez hablando, les hace sentir inseguros porque no pueden borrar el mensaje 3 veces ni pensar mucho antes de responder. La generación de los videos de 20 segundos en TIKTOK no es capaz de pensar en tiempo real.
Y esto me lleva al correo electrónico pero, ¿qué te parece si lo dejo para la semana que viene? Es que entre historias de abuelo cebolleta y tal te tengo enganchado ya un buen rato y mejor que te pegues tu ducha de domingo, salgas a la calle a desayunar y a pasear, que yo creo que hoy pega.
Si, me gusta siempre imaginarte leyendo esto en la cocina con el café y alguna tostada recién levantado. Cosas mías.
La imagen
En ocasiones, veo lunas rojas
La recomendación
The Last of Us (HBO Max). Aún está por terminar, lleva 5 capítulos de una fantástica primera temporada y lo cierto es que mucho se tiene que torcer el tema para que no acabe siendo un buen arranque de la temporada seríefila de 2023. No penséis en ella como un The Walking Dead más. Aquí no hay zombies sino infectados, pero más allá de esa diferencia central, la trama dista mucho de ser una mera sucesión de enfrentamientos con hordas de infectados. De hecho, sólo hemos visto un par de ellos, aunque su sombra campe por la serie. Yo personalmente os la recomiendo. En nada termina y espero no tener que desdecirme.
Tiempos de espera, paciencia y añoranza.
Todo era nuevo, un mundo a descubrir.
Un fuerte abrazo, compañero.
Salto generacional creo que sería la definición perfecta de tu artículo, y contra más mayores nos volvamos, más notaremos ese salto. Solo nos queda adaptarnos o "combatir contra los molinos".
https://www.enriquedans.com/2016/06/saltos-generacionales.html
Por cierto, coincido contigo en las últimas recomendaciones, Severance, me gustó y The Last Of Us, excepto el 3º, el resto y sobretodo el 5º, me parecieron muy buenos.
Un abrazo.